Tengo razón, tienes razón, tiene razón. Todos ganamos y hasta con eso, todos perdemos al querer ser los únicos propietarios de la verdad. Este es el cartel anunciador del municipio del egoísmo, pase usted. Lo cierto es que, en esta ciudad nuestra, las razones son el petróleo de nuestros argumentos y, como "oro negro", una vez refinado se convierte en la gasolina de nuestras ideas. Parece complicado, y lo es. Por eso no nos damos cuenta con facilidad de este grave error que quita y da razones por conveniencia. Aquí entran en juego la dignidad o la astucia. Convencer es un trabajo largo y duro. Sugestionar puede ser fácil e incluso barato. Depende del rédito.
No obstante, basta con alejarse un poco para darse cuenta de que nadie es propietario de la razón en casi ninguna cosa bajo el sol. Todas las razones (en sus diferentes grados de certeza) son necesarias para construir el todo. Lo malo es que casi nadie lo percibe así y por eso tod@s nos decantamos por personas, ideas o cosas. Es nuestra elección.
En esta ciudad imaginaria (real en nuestras mentes) todo el mundo desempeña su papel para garantizar el futuro del municipio. Pero aún así, todos tienen razón y qué pocos son los razonables. Esta "ego-ciudad" nuestra termina para cada uno de nosotros en la puerta de entrada de nuestra casa, pero la ciudad es más grande y es, además, mucho más que la suma de las partes.
Esta densa elucubración mía viene a presentaros una cita de origen ruso que sintetiza lo escrito en pocas palabras. Dice así:
Las grandes obras las sueñan los genios locos. Las ejecutan los luchadores natos. Las disfrutan los felices cuerdos. Las critican los inútiles crónicos.
Así es nuestra "ego-ciudad", un municipio en el que debe haber tantos parques, que los árboles no nos dejan ver el bosque. ¿Quién llevó a cabo esas grandes obras? Todos. El genio sólo sueña, no emprende. El luchador no es un genio, pero sí laborioso. El feliz cuerdo elige consumir sin aportar creación, es su elección. Únicamente nos queda concretar la calle, número y piso de los inútiles crónicos, aquellos que sentados junto al río intentan sugestionar (es más barato) a quien le acompaña en que hasta la corriente de agua (expresión de la naturaleza) está mal diseñada. Aún así es necesario el crítico que sólo observa y no participa (inútil crónico). Es el ejemplo a no seguir y, sólo por eso, ya es útil. Conclusión:
Vive en tu barrio y presume de ciudad.
Participa. No impongas. Los segundos crean la "dema-cracia".
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El imperio de las razones: "La Dema-Cracia"
Porqué creemos tenerlas y porqué nunca son propiedad de nadie.
Artículo publicado el: 08-01-2013
Tengo razón, tienes razón, tiene razón. Todos ganamos y hasta con eso, todos ... Ángel Blanco
BIERZODIGITAL
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Publicado por VRedondoF para RFP el 1/12/2013 05:00:00 a.m.